domingo, 21 de julio de 2024

Acuatlón Caletero Trianer

Existe en la capital hispalense un arrabal al que por no faltarle un perejil, no le falta ni su propia prueba deportiva diferente a todas las conocidas en el resto de la ciudad.
 
Era domingo 14 de julio y el cielo de Sevilla amaneció despejado, prometiendo un día perfecto para hacer el vaina soportando 40 ºC a la sombra o para disfrutar de un poquiño de deporte.
 
Cuando llegué a las 9:20h de la mañana, al límite de empezar la prueba por el Altozano (9:30h), la buena vibra ya se notaba en el ambiente y era contagiosa porque todos los allí presentes íbamos a participar en el “X Acuatlón de La Velá de Triana Memorial Íñigo Vallejo". Por la fecha, la hora, el día y el recorrido de la prueba, aquello sería una mezcla de honor, reto e idiosincrasia trianera.
 
Nunca antes había llegado tarde a una competición deportiva. Me quedé atrapado entre las sábanas, peleando con la alarma como si fuera mi peor enemiga y cómplice del cansancio acumulado (la única fruta del amor es la...Miñana, es la Miñana).

Aquí no valía con mostrar el DNI para conseguir el dorsal; en diez frenéticos minutos, tuve que conseguir el dorsal y el brazalete del GPS, dejando de lado hasta el ritual básico del baño. Las necesidades fisiológicas tendrían que esperar, jeje, nada más tirarme al río, le aporté unos mililitros de agüita ureica tarumba.
 
Mi hermano Moisés y mi colega Íñigo eran mis únicos compañeros en esta aventurilla y, por supuesto, destacábamos entre el resto de atletas de clubes oficiales porque en nuestras vestiduras los nombres no iban serigrafiados a la altura de nuestras nalgas.
 
*Inciso para el presi del Sporting de La Caleta:
¿Para cuando podemos pillar unos maillots del sporting?
Kikón, el próximo 21 de septiembre los caleteros como yo jugaremos en casa, próxima prueba: Triatlón Sprint de Punta Umbría. 
Bueno, después de este impás, más que necesario para este fofisano, seguimos con la crónica Tarumba.
 
A la hora estimada según la organización del evento, el pistoletazo de salida resonó como un trueno justo después del minuto sacramental en memoria de Íñigo Vallejo. Los primeros metros fueron un auténtico calvario y, chispa más, chispa menos, cuando llegué trotando a los primeros mil metros a 4 min/km, un dolor agudo en mi aductor derecho me recordó que esto no sería un paseo. A pesar de ello, seguí adelante; cada paso era una tortura, cada respiración un recordatorio del dolor que llevaba. Llegar ocho minutos tarde a la estimación inicial en mi mente no era solo una cuestión de tiempo, era una cuestión de orgullo.
 
El recorrido parecía simple sobre el papel: correr 2.5 kilómetros por la calle Pureza, girar a la izquierda en Troya (sí, el que vive en esa calle siempre vivirá con premio) y volver por la calle Betis, repitiendo el ciclo. Pero la realidad siempre supera la teoría. Con cada paso, el dolor se intensificaba. Sin embargo, mi cabezonería me impulsaba a seguir adelante; mi esfuerzo era una fuerza motriz imparable.
 
La transición a la natación fue un alivio momentáneo. Descalzo y adolorido, me lancé al Guadalquivir para nadar 1000 metros en aguas abiertas de Jurassic Rat. El frescor del agua me dio un breve respiro del dolor, pero el agotamiento comenzaba a acumularse. La lucha contra la corriente y el esfuerzo por mantener el ritmo me recordaban lo lejos que estaba de mi zona de confort.
 
Después de la natación, el retorno a la carrera a pie se presentó como una tarea titánica. Mis zapatillas empapadas, mi cuerpo exhausto y mi aductor quejándose en cada paso. Los últimos 2.5 kilómetros fueron una mezcla de dolor, orgullo y pura terquedad. El Puente de Triana, emblemático de Sevilla, se alzaba como la meta soñada.
 
Cruzar la línea de meta fue un acto de pura voluntad. Llegué último en mi categoría, pero llegué. La ovación del público, las sonrisas de Moisés y de Íñigo esperándome al final, todo hizo que valiera la pena. La lesión en el aductor me había desafiado, pero no había logrado detenerme.
 

Esa jornada no fue solo una prueba deportiva, fue una prueba de carácter. En cada gota de sudor y cada jadeo, había que demostrar que no importan los obstáculos, sino la determinación con la que los enfrentas. Porque en el deporte, al igual que en la vida, no siempre se trata de ganar, sino de tener lo bemoles de saber que más importante que llegar hasta el final, son las ganas de empezar de nuevo; cuando el crono esta a cero.
 
PD Tarumba: fui el último en mi categoría en llegar a la meta, pero a los pocos minutos me di cuenta de la gran gesta que había logrado. Por eso me bebí al quite un litro de Powerade y me zampe dos plátanos mirando con orgullo a la Sevilla que estaba al otro lado.

PD (Consejo de colega previo a la prueba):
-Jesuly, hay que venir más temprano: calentar más y ser menos caliente, que tu hermano y yo sabemos que alguien te retuvo entre las sábanas. 

PD Final: el amor también es salud y deporte.
***Crónica dedicada a mi primo Sergio (Trianero de Pro), el año que viene te saco el dorsal sí o sí.

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