Y llegó uno de los días marcados en rojo en el calendario de cualquier runner sevillano.
La media maratón sevillana es una de las grandes pruebas que se disputan en nuestra ciudad. Este año, debido a las circunstancias, “solo” 7500 personas pudieron recorrer las calles de nuestra ciudad con un dorsal en el pecho.
Personalmente, llegaba bien a la prueba, aunque arrastrando las molestias que me tienen algo preocupado durante los últimos dos/tres meses.
Comencé manteniendo la calma, sin grandes acelerones y con la cabeza fría, para no llegar totalmente desfondado al final del recorrido.
Los primeros 12-13 km los realicé a un ritmo muy bueno y constante, rondando entre los 4’30” y 4’40”, pasando por el km 10 a los 46’ de haber empezado a correr.
La segunda parte, más bonita a los ojos del corredor por pasar por diferentes zonas emblemáticas de la ciudad, se disfrutó más pero también se sufrió más, ya que las piernas iban haciéndose cada vez más pesadas. Llegando al km 20, vi cómo el globo-corredor de la 1h40’ me pisaba los talones, por lo que comprendí que el último km iba a ser más fuerte para poder cumplir con mi objetivo, que era bajar de ese tiempo por primera vez en carrera oficial.
La vuelta a la fuente de la Plaza de España fue espectacular entre el ambiente, las sensaciones por estar a punto de terminar, junto con ver y escuchar a mi mujer y mi hijo Luke gritando “Go, daddy go”. Llegué a la línea fe meta exhausto pero muy contento y habiendo parado el cronómetro en 1h39’.
En enero volveremos a correr esta carrera y en febrero su hermana mayor, la Maratón de Sevilla.
Un saludo,
LLdV
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